top of page
odeculinary

COCINA Y TEATRO. CULiNary ODA A LA DIVERSIDAD

Updated: Oct 27, 2022


Por Domingo Ferrandis


Apenas nos pusimos en dos pies Comenzamos a migrar por la sabana

[...] Somos una especie en viaje No tenemos pertenencias, sino equipaje [...] Estamos vivos porque estamos en movimiento

Nunca estamos quietos Somos trashumantes, somos Padres, hijos, nietos y bisnietos de inmigrantes [...] Yo no soy de aquí, pero tú tampoco De ningún lado del todo y, de todos lados un poco

Movimiento -Jorge Drexler-


¿Se puede escribir una obra de teatro sobre una magdalena? …


Sí, obviamente, sí. No solo una pieza escénica, da para una serie de 8, con subtramas e historias corales.


El efecto magdalena es un pretexto para traer al presente las historias de los personajes. La magdalena nos hace sentir, nos hace recordar, nos hace conectar, es un hecho.


La magdalena es el hilo argumental para contarte un relato basado en una historia real ocurrida en el siglo XX y que llevó a unas personas a abandonar sus hogares.


La magdalena es una máquina del tiempo por la cual el público viajará al pasado y de regreso al presente.


¿Te imaginas viajar a un momento concreto de la vida de los personajes al oler y saborear los platos favoritos de sus infancias?


Un relato que comienza con una magdalena que nos lleva a un lugar, a un momento y a un hecho. Los sabores y aromas desprendidos por los alimentos desencadenarán la trama, una tormenta de reacciones en los cerebros de los protagonistas llevarán a monólogos y diálogos donde el público se transportará a aquellos días que rememoran.


Cocina y teatro nos enganchan por las emociones, y de ellas, nuestros recuerdos y pensamientos. Memoria emotiva, autobiográfica, identidad, aromas y sabores.


Cocina y el cordón umbilical autobiográfico. Sí escribiéramos nuestra biografía, nos daríamos cuenta que la comida siempre está ahí, como atrezzo de una escena emotiva ¿Quién no ha subido un post a Instagram o Facebook o ha compartido en WhatsApp una comida? ¿Por qué? no por la comida, sino por las emociones experimentadas mientras la disfrutamos.


¿Te has preguntado porqué hay olores y sabores que te transportan hacia atrás en el tiempo? ¿Cuál es el vínculo entre memoria emotiva y comida? ¿Cómo se construye nuestra memoria culinaria y qué relación tiene esto con la identidad? Eso es el efecto proustiano; «una asociación que hace nuestro cerebro automáticamente cuando percibimos determinadas sensaciones a través del sabor evocativo (olfato/gustativo) que te transporta a un momento particular de tu vida».



La persistencia de la memoria. Salvador Dalí · España, 1931.

La magdalena de Proust o efecto proustiano es un fenómeno memorístico donde un alimento específico despierta un recuerdo involuntario de un suceso pasado o momento específico en tu vida sin que medie ningún proceso consciente «aquellos que sin proponérnoslo son evocados después de experimentar estímulos al azar». Los alimentos por sus aromas/sabores tienen la capacidad excepcional de desencadenar instantáneamente recuerdos autobiográficos vívidos.


En la novela Por el camino de Swann, primera parte de la serie de siete En busca del tiempo perdido (1913 y 1927) escrita por Marcel Proust, el protagonista, cierto día, abrumado por la tristeza, prueba una magdalena commercy mojada en té y es repentinamente transportado a los veranos de su infancia en Combray, un pueblito al noroeste de Francia. Más detalladamente, de vuelta a los domingos a la mañana cuando su tío le daba un sorbo de su propio té matutino.


Su recuerdo aromático/gustativo es en realidad una recollection «rememoración de sentimientos de cuidado y de familiaridad experimentados en la infancia, más que con el sabor en sí». Proust logra transmitir en gran detalle no solo lo que se percibe, sino también lo que se recuerda, memoria autobiográfica «los vínculos repetidos y constantes entre percepción, sentimientos y memoria». Pixar adaptó el episodio de la magdalena de Proust para la película animada Ratatouille, en el que el plato de verduras guisadas del mismo nombre transporta inmediatamente a un crítico gastronómico cínico a la mesa de la cena en la casa de su infancia.


¿Qué indagamos? La conexión percepción-identidad-memoria-emoción


El movimiento humano que ha transformado los países europeos en un crisol de lenguas, rasgos y colores humanos. Y que ha convertido nuestros mercados en una feria de las naciones, para abastecer a una población que no se desvincula de los alimentos de su infancia, como una manera de no perder su identidad y su lazo con sus raíces.


Cuando recordamos los alimentos de infancia los asociamos a comida casera, sabrosa y preparada con amor, lo que se conoce hoy como comfort food 'comida reconfortante' «comida que proporciona un valor nostálgico o sentimental». Sin embargo, no tiene que ver con nada eso, sino con las emociones, los eventos vividos y con quién los vivimos. Un experimento con alimentos de la infancia y cómo funciona la memoria emotiva, así lo confirma.


Otro experimento conducido por la psicóloga Rachel Herz, de la Universidad Brown se les dió a las personas tres tipos de -detonantes- «visual en forma de un film», «un sonido corto» y «un aroma», y se les preguntó qué recuerdo autobiográficos tenían asociados con ellos. Los recuerdos provocados por el aroma fueron juzgados como más emocionales y evocativos, pero no vívidos o especialmente precisos. Al unir teatro y comida, maridamos la empatía del presente y la recolección emocional del pasado.


¿Por qué somos capaces de recordar nuestra infancia probando una magdalena? a esta pregunta intenta responder la neurogastronomía «entender la conexión entre emociones, la memoria emotiva y autobiográfica, el gusto y olfato». Al parecer la clave está en la red neuronal por donde transitan los apetitos, los institutos, el aprendizaje, la supervivencia, el placer y las emociones. Regiones cerebrales en orquestación como el tálamo, hipotálamo, hipocampo, amígdala, neocortex y el intestino facilitan está bella sinfonía de imágenes de ayer a través de sensaciones de hoy.




Tal vez no es tan importante si nos acordamos del olor y del sabor de aquella magdalena como le sucedió al personaje de Marcel Proust, sino lo que implica ese recuerdo en la (re)construcción de algo vivido con intensidad, y que forma parte de una pieza importante de mi historia personal, y cómo constituimos nuestras narrativas personales en base a estos eslabones. Después de todo, como dice el filósofo Søren Aabye Kierkegaard; «la memoria tiene dos funciones: una factual y otra de creación y mantenimiento de los vínculos emocionales con el pasado». Es decir «el acto de recordar y de traer información» y de recolección «suscitar los componentes emocionales del pasado».




Al final no somos tanto lo que comemos, sino lo que recordamos que comimos. En suma; «los flashbacks a momentos vividos, con quién, cuándo, qué ocurrió, por qué, etc.,»


Pero la comida no solo tiene demarcadores de experiencia personal y autobiográfica, también social, cultural y de costumbres de una comunidad. El ejemplo, son los inmigrantes y cómo en su llegada al nuevo hogar en otro país, traen a sus comunidad sus alimentos. El movimiento de personas trae el movimiento de alimentos. El tomate, por ejemplo, no llegó de manera espontánea a España, éste fue cultivado por los Mexicas, que lo nombraron xïctomatl «fruto con ombligo» de ahí tomate. Existe un mapa de los olores y sabores distintivos de ciudades, donde podríamos intuir la población mayoritaria de ese barrio.


Con todo, Cocina y Teatro se maridan en la emoción, y, aroma/gusto y memoria se maridan en las regiones límbicas que regulan el apetito, las emociones y el aprendizaje

como son el hipotálamo, el hipocampo y la agmídala. Por ello, una pieza escénica centrada en la comida es una muy buena forma de comunicar y de hacerle entender a la gente por qué nos movemos. Cocina y teatro para «crear» atmósferas de por qué emigramos.


Cocina y Teatro, es la unión entre la memoria autobiográfica de los testimonios/actores revivida por alimentos de vida y la transformación de esos relatos en una narrativa de ficción. La evocación emocional/episódica a través de los alimentos será la trama teatral para poner en escena las historias que existen detrás del movimiento de personas. El efecto proustiano de la comida íntima es el pretexto ideal para que el proyecto Culinary elabore un buffet de historia, una obra de teatro alrededor de la mesa.


Sí pudiéramos contribuir con el teatro y la cocina a tratar el movimiento de personas, avanzaríamos en el entendimiento de las situaciones particulares. Podríamos comprender el origen de muchas de las situaciones que llevó a una persona a dejar su casa y a la gente que quiere. Podríamos generar tramas y sensaciones agradables a través del teatro y la comida para ayudar a procesar situaciones difíciles del pasado, empatizando con la ficción y la degustación de los platos de vida que encarnan los personajes.


Para lograrlo, introduciremos al público en un viaje de sensaciones, con la intención de que conecte con sus partes más primitivas, emotivas y memorísticas, contaremos como escenario un restaurante, donde personajes y público no chocarán con la cuarta pared. Donde el atrezzo será maleable y comestible por personajes y público. Y donde la trama, conflictos y desenlaces, surgirán espontáneos en el devenir de la velada .



Comments


bottom of page