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CINE Y COMIDA

Por Domingo Ferrandis




En No mires arriba (2021) de Adam McKay los protagonistas se reúnen alrededor de una mesa para compartir la última cena antes que un meteorito destruya la tierra. La película en su escena final retrata el momento más existencial de la humanidad, donde uno pensaría en hacer lo más transcendental, los protagonistas deciden como último placer, comer en familia y con sus queridos amigos.


Volvamos a los orígenes, Cleopatra (1917) de Gordon Edwards es la primera película donde la comida es parte de la narrativa. Desde los primeros fotogramas del cine quedó claro que la comida como el sexo forma parte de la vida y la muerte y las relaciones humanas. La comida refleja la riqueza y la pobreza, la felicidad y la tristeza humana, el poder y la exclusión. Las emociones y la comida se mueven por las mismas regiones cerebrales de los apetitos, los institutos y los placeres. Eso debe pensar Brad Pitt porque Siempre come en sus películas. Para encarnar los deseos, la familia, el amor, las contradicciones humanas en el cine que mejor que la comida en las películas de Federico Fellini en películas como: La dolce vita, Ocho y medio, La strada, Casanova o Amarcord.


Charles Chaplin (Charlot) empleó la imagen y el humor para contar todo estas dualidades humanas. En la La quimera del oro (1925) dos vagabundos sucumbiendo al hambre deciden comerse un zapato. Otra escena mega-representada es la Danza de los panes. En Tiempos Modernos (1936), Charlot es sometido a una máquina de alimentación automática para dar de comer a los obreros de la fábrica, y así eliminar el receso del almuerzo, y que estos no dejen de producir.

Otro genio del cine fue Buster Keaton, para quien el comer era un reflejo de las luchas de clases, y de sus respectivos patrones de consumo. Y junto a Laurel y Hardy se valió de la comida y su efecto posterior, para sus geniales gags. El slapstick, traducido como payasada o porrazo es un género cómico donde las tartas impactan en la cara.


Cine y comida, las dos pasiones de Alfred Hitchcock aparecían continuamente en la gran pantalla. Su padre vendía pollos y deseaba que su hijo le sucediera en el negocio. Este hecho, en opinión del propio Hichcock, fue lo que originó su fobia hacia los huevos fritos, de hecho su mera visión le provocaba un sudor frío (alectorofobia). Hitchcock Señaló que las escenas más espeluznantes que llevó a la pantalla son las que se relacionan con los huevos fritos. En La sombra de una duda (1943) en la que el asesino, al hablar de una de sus víctimas, corta un huevo frito con un cuchillo, dice: "La yema al derramarse produce un efecto más escalofriante que la misma sangre". O aquel delicioso buffet imposible de comer, porque está servido sobre un arcón que esconde un cadáver, en La soga (1948).


En una de las escenas más divertidas de El Apartamento (1960) de Billy Wilder, C.C. Baxter (Jack Lemmon) presume de buen cocinero escurriendo los espaguetis con una raqueta de tenis. En Arsénico por compasión (1944) de Frank Capra unas ancianas maravillosas invitan a cenar a vagabundos para envenenarlos por compasión. La significativa rata cruda que Bette Davis le sirve a Joan Crawford, en ¿Qué fue de Baby Jane? (1962) de Robert Aldrich.


En el cine de Pedro Almodóvar la cocina como espacio es fundamental para presentar conflictos, enredar la trama o llegar al desenlace. Se puede hacer una diferenciación entre cocina y comida en su cine. Mientras que la cocina es un marcador de clases o de costumbrismo, la comida es transversal a las condiciones sociales de sus personajes y presenta muchos platos enraizados a un territorio. La Flor de mi Secreto (1995) donde Imanol decide no comerse la paella (fría) de Marisa Paredes. O la Tortilla de patatas en Volver (2006) “Mañana os voy a poner de comida que os vais a caer de culo” Raimunda (Penélope Cruz).





Hay tantas películas que es imposible mencionarlas Una pastelería en Tokio (2015) de Naomi Kawase. Come, reza, ama (2010) de Ryan Murphy. Comer, beber, amar (1994) de Ang Lee. Chocolat (2000) de Lasse Hallstrom. El olor de la papaya verde (1993) de Anh Hung Tran. Tomates verdes fritos (1992) de Jon Avnet.Como agua para chocolate (1992) de Alfonso Arau. La cena (1998) de Ettore Scola. Big Night (1996) de Campbell Scott y Stanley Tucci. El Gatopardo (1963) de Luchino Visconti. Blade Runner (1982) de Ridley Scott, donde Harrison Ford, en medio de la polución y la lluvia interminable, devora un sashimi.


Estas películas y muchas otras nos dan cuenta de que la comida forma parte de la sociedad, la comunidad y la familia. Los seres humanos rara vez preferimos comer en soledad, y la comida tiene un poderoso componente social, afectivo y emocitvo. Nos reunimos alrededor de la mesa para celebrar, cerrar negocios o crear planes como muestra la trilogía de El Padrino (1972-1974-1990) de Francis Ford Coppola.



No podemos no mencionar a Eros y tanatos, donde el placer está en comer partes humanas del ser deseado (vorarefilia) como en la serie Monstruo: La historia de Jeffrey Dahmer (2022) donde Dahmer (Evan Peters) se come el corazón de su amante. El canibalismo en el cine muestra los rincones oscuro de nuestra psique, en el Gran Bollito (1977) de Mauro Bolognini, inspirada en la historia de Leonarda (Shelley Winters), que entre 1939 y 1940, mató y cortó en pedazos a tres mujeres con las que hacía y vendía sus deliciosas galletas llamadas por ella “huesos de muertos”. O el canibalismo para criticar la desigualdad, Cuando el destino nos alcance (1973) de Richard Fleischer, es una distopía ambientada en el año 2022 en la ciudad de New York, donde sólo una élite, que mantiene el control político y económico, tiene acceso a ciertos lujos como verduras y carne. La mayoría, hacinada en las calles, tiene como única fuente de alimentación un “preparado” realizado con los cadáveres de los ancianos. Podríamos incluir a Hannibal Lecter (2001) de Ridley Scott en la escena donde Hannibal (Anthony Hopkins) cocina partes de su propio cerebro salteado en mantequilla, hierbas y cointreau. O La escatológica La gran comilona (1973), de Marco Ferreri. donde cocinar, fornicar, y el morir llegan a su máxima sofisticación.


Nos quedamos con


El festín de Babette (1987) de Gabriel Axel “Lo que se ofrece con amor es recibido con amor”

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